Han sido muchos los temas que hemos estudiado y autores analizados en el taller, profundizando en diversas técnicas y temas, de manera de lograr un punto de encuentro entre distintos intereses.
Hace un tiempo en el taller estamos investigando en la forma en que se puede establecer un diálogo entre la palabra y la imagen y, más concretamente, como la imagen puede contribuir a poder visualizar el lugar físico en el que transcurren las historias.
Estos textos profundizaron en esta relación a partir de imágenes de La Vega, en una decisión tomada por los mismos alumnos.
Y sin más preámbulo, pasemos a los textos.
Nota: Las fotos son originales tomadas para la actividad, a excepción de la imagen del vendedor de cds piratas y la del taco, tomadas sin permiso de Google. Damos las gracias y permisos a quien sea pertinente.
COLO COLO
Pilar Garretón
Tengo 3 años, hijo de la Fanny y de Roco. Éamos tres
hermanos y yo el más flaco, pero tuve la suerte de nacer el primero y sobrevivir.
Fácil no fue, porque todo pasó en la noche, cerca de la Vega Central, y una
señora que me rescató de la basura, me empezó a alimentar con leche de vaca y así
pude salir adelante. Hoy le cuido el puesto de tomates por la noche y de día
duermo a pata suelta en el suelo recién lavado y fresquito. He tenido mucha
suerte. Además que en el puesto de al lado,
vive Luna una perrita blanca de lo más pituca. Dice que es francesa, no me lo
creo, pero está como un tren; intento llevármela al huerto, pero no me hace ni
caso, es muy siútica. Mañana le voy a convidar un poco de mi desayuno y hasta
puede que caiga en mis brazos y me la lleve al huerto un día de estos. Seguro
que se aprovecha y además de ser el guardián de mi ama, tendré que cuidar el puesto
de su dueña que lo tiene lleno de paltas. Pero valdrá la
pena ¡Es bien linda la tonta!
PIRATA
José Wurfat
El primer día despertó a las 6
en punto como siempre y casi comenzó a levantarse, pero de inmediato fue
consciente de su nueva realidad: la empresa donde trabajó durante más de 35
años había resuelto “prescindir de sus servicios”. Tal como le dijo el jefe de
recursos humanos, “la gerencia me ha pedido manifestarle nuestro
reconocimiento, y avisarle que los trámites que usted hace se realizarán por
internet. Las labores de aseo se han subcontratado.”
¿Cómo puede volver a emplearse un hombre
de más de 65 años que apenas llegó a ser un junior de gerencia? Un junior ahora
viejo que solo sabe pasar la aspiradora, hacer trámites menores en los bancos,
en el correo y en otras reparticiones y oficinas. Sin embargo, lo intentó. Rosa
su mujer lo ayudó a buscar ofertas en los periódicos, pero en todas partes
preferían a los más jóvenes, incluso a los sin ninguna experiencia.
La indemnización recibida se les fue casi completa en pagar las deudas
pendientes con el comercio para
subsistir mientras se gestionaba la jubilación. Cuando llegó el primer pago
resultó mucho menor de lo que esperaban. Con eso no podrían vivir, incluso
agregando los ingresos de Rosa por trabajos ocasionales en el servicio
doméstico. La casa que ocupaban era propia y ya, felizmente, estaba totalmente
pagada, pero debían ayudar a su única hija abandonada por su marido con dos
hijos pequeños.
Don Fausto tenía pocos amigos. De costumbres sobrias, dedicado al trabajo y
a la familia, no era de francachelas y el futbol le interesaba solo cuando
jugaba la selección. Su mayor contacto era con don Manuel, el dueño de la
verdulería de la esquina. Cuando le contó su situación, el verdulero lo invitó
a pasarse por su casa esa noche. No es que a él le sobrara la plata, le dijo,
pero entre vecinos de tantos años había que ayudarse, por último aunque no
fuera más que para conversar.
Y conversaron. Don Manuel le habló de su sobrino, el Jorge, que tenía un
negocio tecnológico con el que estaba ganando buena plata.
—Yo no sé cómo
lo hace pero se consigue las películas y las series de la Televisión aún antes
de que lleguen al país. Quizás puedas ser distribuidor.
—¿Pero eso es
legal?
—No es legal,
pero mucha gente vende y todo el mundo compra. Si quieres te puedo dar los
datos para que contactes al Jorge. Si lo que escuchaba era cierto, Don
Fausto podría duplicar el monto de su pensión. Tendría sí, que trabajar seis
días a la semana, incluyendo sábados y domingos. Era una oferta que no se podía
rechazar.
Comenzó el martes siguiente en un pasillo de la Vega Central. Al principio
con mucha timidez, apenas se atrevía a acercarse a las señoras mientras estas
compraban la fruta y las verduras.
—¿Le interesa
ver un CD con las últimas películas? Todos vienen con traducción y se ven mejor
que en el cine. Solo mil pesos cada uno.
Nadie se horrorizaba, nadie le decía sinvergüenza, los locatarios lo
toleraban y las ventas se hacían abiertamente. A media mañana ya había acabado
su stock duplicando el capital invertido.
Siguió así durante varios meses. Si la internet lo había dejado sin su
trabajo habitual, le parecía muy justo valerse de esos medios, para recuperar sus ingresos. Incluso llegó a
divagar sobre la posibilidad de independizarse del Jorge y aprender a fabricar
sus propios CD.
Hasta que un carabinero que se le puso por delante, sorprendiéndolo.
Había sido todo tan fácil que ya ni se preocupaba de tomar la mínima
precaución. La señora que le estaba comprando se alejó rápidamente sin
problemas, pero él fue a dar al carro policial.
Esa noche la pasó en el calabozo de la comisaría. Recién al final
de la mañana del día siguiente pasó con el parte de carabineros al tribunal,
donde lo fotografiaron de frente y de perfil, le entintaron los dedos y quedó
fichado. Cuando llegó ante el juez ya estaba su hoja de antecedentes, otro gran
avance de la tecnología.
—¿Y qué le pasó
mi amigo? — le preguntó el magistrado—.
A su edad venir a ensuciar una hoja de vida impecable.
—Es que me
echaron de donde trabajaba y nadie me quiso dar un empleo. Yo tengo que sostener
a mis nietos”, le contestó.
El juez
permaneció en silencio meditando y con los dedos cruzados como en oración.
—Si le pregunto
quién lo abastece, yo sé que no me lo va a decir, por lealtad a los que lo
ayudaron. Tendría que mandarlo preso por mucho tiempo lo que no quiero hacer.
Si usted me promete abandonar este negocio y no reincidir, lo dejaré irse por
su buena conducta anterior.”
—Se lo prometo
señor juez.
En su casa lo esperaba Rosa muy afligida. A la mañana siguiente, ahí estaba
nuevamente don Fausto en un pasillo de la Vega.
—Llevar a mil,
llevar a mil, las mejores de la temporada, llevar a mil
Pero ahora no eran CD piratas, si no que humildes alcachofas.
MI VEGA MI VIDA
Marcela Rojas
Chepita despierta apenas entra un rayo de luz
en su pieza. Su rutina de los últimos cuarenta años.
Se lava rápidamente. Calienta su tacho de té,
para entrar en calor. Años trabajando en su puesto de verduras, donde apenas se
la ve, detrás de altos de papas, lechugas y otros productos.
Hoy irá el Dr. Pinto, dentista, quien atiende
solo a pacientes de La Vega. Tiempo que está insistiendo a Chepita para que, le
venda el tordo amaestrado. Ella lo ha regaloneado desde que lo encontró semi
muerto bajo su puesto de verduras. Pasa el día en el hombro de su dueña.
A poco andar el trabajo, aparece la figura
del doctor.
—Y, Chepita?
—Si doctor, no he dormido pensando en lo
suyo, pero hoy se lo entrego.
—Y tu cara de huevo— de dice el Dr. Pinto— ¿estás
listo?
“carehuevo, carehuevo”, le responde de inmediato a su futuro
propietario. Chepita besa su cabecita desplumada una y mil veces, diciéndole, ¿me
vendrás a ver? Se dicen adiós con ojos tristes.
Y así, tordo y Chepita separa sus destinos.
Sigue la vida de la vegana, quien oculta su pena vendiendo, sumando y cobrando
a su clientela
Feliz regresa el Dr. Pinto a su casa, lugar
que además es su consulta. Se dirige a su jardín con gran parrón y muchos
jazmines. Un remanso para su solitaria vida. Ahí deja muy instalado a su tordo.
Pasa el día y al atardecer, sale afuera. Busca la silla de playa favorita y se
prepara a tomar un respiro.
Solo se escucha, al momento de sentarse, un
cuac fuerte:
El tordo había muerto aplastado por el gran trasero del Dr.
Pinto…
EL GRAN TACO
Mercedes Mena
Colette es francesa, viene llegando
de Europa donde ha vivido en diferentes países, siempre ligada al trabajo en
restaurantes. Su vida la comparte junto
a su marido con quien lleva 20 años.
Como suele suceder, el caballero va
a cumplir los 60 y necesita demostrar que aun puede ser conquistador y por
supuesto con una jovencita de solamente 25.
Ella quiere recomponer su vida, es
fuerte, de edad media digamos unos 50 añitos y qué mejor para olvidar, que empezar
llegando a estas tierras del fin del mundo llamado Chile.
Nuestra amistad comenzó un día
lluvioso frío en la bellísima cuidad París. Para calentarme por dentro nada
mejor que sentarse en un bistró y pedir esa maravillosa soup a l´oignon.
No había ninguna mesa desocupada,
una mujer muy encantadora me mostro la silla a su lado cosa solamente europea y
no precisamente chilena. Le agradecí con mi mediocre francés. Hay veces que una hace contacto directo sin
saber por qué.
Total que se nos hizo tarde y
nuestras vidas algo parecidas nos unieron casi como gemelas. Al volver a casa
nos escribimos y hablamos por teléfono
casi a diario.
Como muy buena cocinera valiente se
vino a instalar con un restaurant y por eso vamos a dar una vuelta a los
lugares que puede encontrar las verduras frescas, las frutas olorosas, hierbas,
callampas, pescados y mariscos para desarrollar su creatividad culinaria a la
Vega Central y al Mercado.
Tomo
Américo Vespucio hacia Vitacura, para ir a buscarla. A mi derecha el
imponente edificio Escuela Militar con frondosos, y añosos árboles, jardines bien cuidados, las
cureñas, las banderas flameando en sus astas, la gran explanada donde se forman
los cadetes para salir a la Parada del 19 Septiembre en el Parque O Higgins, Cerrando el perímetro,
la elegante reja de fierro negra con sus picos dorados resplandeciendo al sol .
La vereda bulle de gente yendo al trabajo; obreros de mochila, jóvenes oficinistas en sus
tacos altos, niños colegiales en zapatillas, ciclistas en short y poleras, mujeres
mayores con gruesos chalecos tejidos por ellas, para paliar el frío camino a
sus trabajos y los infaltables jóvenes en skate.
No
avanzo. El taco es horroroso. De lo que
estoy segura es que quedaré como la típica chilena que no respeta el compromiso
de horario de los otros. Quedamos de juntarnos con mi amiga a las 12 Esta vez es culpa de la calle.
Parece que llegaremos tarde al Mercado Central.