miércoles, 14 de diciembre de 2016

Personaje anónimo del metro

A partir del relato policial, en particular de la novela EL HALCÓN MALTÉS y el análisis  de determinadas escenas en su versión cinematográfica, se profundizó en la importancia que tiene el aspecto visual en la presentación de los personajes.
Este anónimo personaje, captado en modo espía sin su consentimiento gracias a las bondades de los teléfonos inteligentes,  nos sirvió para profundizar en lo mismo. ¿A qué responde tan particular atuendo? Esta extrañeza se acrecienta si se considera el día en qué fue tomada: el 18 de septiembre recién pasado.









HISTORIA DE UN DISFRAZ
Luís Catalán

          Aunque ustedes no lo crean, ese señor de atuendo estrafalario que se ve en la fotografía como pasajero en un vagón de metro, soy yo…
La historia que hay detrás, es la que  les voy a contar ahora.
     En mi calidad de actor de larga y reconocida
trayectoria, había sido invitado a una función de extensión en un barrio popular. Mi papel en la
obra a presentar correspondía a un prófugo de la justicia recién escapado que estaba siendo sometido a juicio. Como mi captura había sido en una sesión deportiva y acababa de fugarme de la cárcel, pueden ver que  visto tenida de gimnasta y, fijo a una pierna, aún conservo un buen trozo de la cadena que me retenía en la celda.
Todo lo anterior en concordancia con la trama de la función que se estaba presentando.
   Dado que apenas tenía el tiempo para volver al hotel y así poder continuar con mi gira teatral, no me quedó más remedio que abandonar la escena  sin cambiarme la tenida usada en la actuación.
En la bolsa blanca, que puede verse, tenía yo las  vestimentas para cambiarme en el hotel, ya que
debía viajar urgentemente a Temuco.

Uno de los  pasajeros  que, creo  yo, NO  me reconoció como actor, fue finalmente quién  tomó esta foto con su celular.

Grande fue mi sorpresa al verme detenido por  varios policías quienes, llevando una copia de la foto  en  sus manos, a la bajada de la estación de metro… me estaban esperando… para ¡“recapturarme”!

LA VEGA

Han sido muchos los temas que hemos estudiado y autores analizados en el taller, profundizando en diversas técnicas y temas, de manera de lograr un punto de encuentro entre distintos intereses.

Hace un tiempo en el taller estamos investigando en la forma en que se puede establecer un diálogo entre la palabra y la imagen y, más concretamente, como la imagen puede contribuir a poder visualizar el lugar físico en el que transcurren las historias.
Estos textos profundizaron en esta relación a partir de imágenes de La Vega, en una decisión tomada por los mismos alumnos.
Y sin más preámbulo, pasemos a los textos.
Nota: Las fotos son originales tomadas para la actividad, a excepción de la imagen del vendedor de cds piratas y la del taco, tomadas sin permiso de Google. Damos las gracias y permisos a quien sea pertinente.

COLO COLO

Pilar Garretón

Tengo 3 años, hijo de la Fanny y de Roco. Éamos tres hermanos y yo el más flaco, pero tuve la suerte de nacer el primero y sobrevivir. Fácil no fue, porque todo pasó en la noche, cerca de la Vega Central, y una señora que me rescató de la basura, me empezó a alimentar con leche de vaca y así pude salir adelante. Hoy le cuido el puesto de tomates por la noche y de día duermo a pata suelta en el suelo recién lavado y fresquito. He tenido mucha suerte.  Además que en el puesto de al lado, vive Luna una perrita blanca de lo más pituca. Dice que es francesa, no me lo creo, pero está como un tren; intento llevármela al huerto, pero no me hace ni caso, es muy siútica. Mañana le voy a convidar un poco de mi desayuno y hasta puede que caiga en mis brazos y me la lleve al huerto un día de estos. Seguro que se aprovecha y además de ser el guardián de mi ama, tendré que cuidar el puesto de su dueña que lo tiene lleno de paltas. Pero valdrá la pena ¡Es bien linda la tonta!






PIRATA 

José Wurfat


 El primer día despertó a las 6 en punto como siempre y casi comenzó a levantarse, pero de inmediato fue consciente de su nueva realidad: la empresa donde trabajó durante más de 35 años había resuelto “prescindir de sus servicios”. Tal como le dijo el jefe de recursos humanos,  “la gerencia me ha pedido manifestarle nuestro reconocimiento, y avisarle que los trámites que usted hace se realizarán por internet. Las labores de aseo se han subcontratado.”  
         ¿Cómo puede volver a emplearse un hombre de más de 65 años que apenas llegó a ser un junior de gerencia? Un junior ahora viejo que solo sabe pasar la aspiradora, hacer trámites menores en los bancos, en el correo y en otras reparticiones y oficinas. Sin embargo, lo intentó. Rosa su mujer lo ayudó a buscar ofertas en los periódicos, pero en todas partes preferían a los más jóvenes, incluso a los sin ninguna experiencia.
La indemnización recibida se les fue casi completa en pagar las deudas pendientes con el comercio  para subsistir mientras se gestionaba la jubilación. Cuando llegó el primer pago resultó mucho menor de lo que esperaban. Con eso no podrían vivir, incluso agregando los ingresos de Rosa por trabajos ocasionales en el servicio doméstico. La casa que ocupaban era propia y ya, felizmente, estaba totalmente pagada, pero debían ayudar a su única hija abandonada por su marido con dos hijos pequeños.
Don Fausto tenía pocos amigos. De costumbres sobrias, dedicado al trabajo y a la familia, no era de francachelas y el futbol le interesaba solo cuando jugaba la selección. Su mayor contacto era con don Manuel, el dueño de la verdulería de la esquina. Cuando le contó su situación, el verdulero lo invitó a pasarse por su casa esa noche. No es que a él le sobrara la plata, le dijo, pero entre vecinos de tantos años había que ayudarse, por último aunque no fuera más que para conversar.
Y conversaron. Don Manuel le habló de su sobrino, el Jorge, que tenía un negocio tecnológico con el que estaba ganando buena plata.
—Yo no sé cómo lo hace pero se consigue las películas y las series de la Televisión aún antes de que lleguen al país. Quizás puedas ser distribuidor.
—¿Pero eso es legal?
—No es legal, pero mucha gente vende y todo el mundo compra. Si quieres te puedo dar los datos para que contactes al Jorge. Si lo que escuchaba era cierto, Don Fausto podría duplicar el monto de su pensión. Tendría sí, que trabajar seis días a la semana, incluyendo sábados y domingos. Era una oferta que no se podía rechazar.
Comenzó el martes siguiente en un pasillo de la Vega Central. Al principio con mucha timidez, apenas se atrevía a acercarse a las señoras mientras estas compraban la fruta y las verduras.
—¿Le interesa ver un CD con las últimas películas? Todos vienen con traducción y se ven mejor que en el cine. Solo mil pesos cada uno. 
Nadie se horrorizaba, nadie le decía sinvergüenza, los locatarios lo toleraban y las ventas se hacían abiertamente. A media mañana ya había acabado su stock duplicando el capital invertido.
Siguió así durante varios meses. Si la internet lo había dejado sin su trabajo habitual, le parecía muy justo valerse de esos medios,  para recuperar sus ingresos. Incluso llegó a divagar sobre la posibilidad de independizarse del Jorge y aprender a fabricar sus propios CD.
Hasta que un carabinero que se le puso por delante, sorprendiéndolo. 
Había sido todo tan fácil que ya ni se preocupaba de tomar la mínima precaución. La señora que le estaba comprando se alejó rápidamente sin problemas, pero él fue a dar al carro policial.
Esa noche la pasó en el calabozo de la comisaría. Recién al final de la mañana del día siguiente pasó con el parte de carabineros al tribunal, donde lo fotografiaron de frente y de perfil, le entintaron los dedos y quedó fichado. Cuando llegó ante el juez ya estaba su hoja de antecedentes, otro gran avance de la tecnología.
—¿Y qué le pasó mi amigo? —  le preguntó el magistrado—. A su edad venir a ensuciar una hoja de vida impecable.
—Es que me echaron de donde trabajaba y nadie me quiso dar un empleo. Yo tengo que sostener a mis nietos”, le contestó.
El juez permaneció en silencio meditando y con los dedos cruzados como en oración.
—Si le pregunto quién lo abastece, yo sé que no me lo va a decir, por lealtad a los que lo ayudaron. Tendría que mandarlo preso por mucho tiempo lo que no quiero hacer. Si usted me promete abandonar este negocio y no reincidir, lo dejaré irse por su buena conducta anterior.”
—Se lo prometo señor juez.
En su casa lo esperaba Rosa muy afligida. A la mañana siguiente, ahí estaba nuevamente don Fausto en un pasillo de la Vega.
—Llevar a mil, llevar a mil, las mejores de la temporada, llevar a mil

Pero ahora no eran CD piratas, si no que humildes alcachofas.






MI VEGA MI VIDA

Marcela Rojas

Chepita despierta apenas entra un rayo de luz en su pieza. Su rutina de los últimos cuarenta años.
Se lava rápidamente. Calienta su tacho de té, para entrar en calor. Años trabajando en su puesto de verduras, donde apenas se la ve, detrás de altos de papas, lechugas y otros productos.
Hoy irá el Dr. Pinto, dentista, quien atiende solo a pacientes de La Vega. Tiempo que está insistiendo a Chepita para que, le venda el tordo amaestrado. Ella lo ha regaloneado desde que lo encontró semi muerto bajo su puesto de verduras. Pasa el día en el hombro de su dueña.  
A poco andar el trabajo, aparece la figura del doctor.
—Y, Chepita?
—Si doctor, no he dormido pensando en lo suyo, pero hoy se lo entrego.
—Y tu cara de huevo— de dice el Dr. Pinto— ¿estás listo? 
“carehuevo, carehuevo”, le responde de inmediato a su futuro propietario. Chepita besa su cabecita desplumada una y mil veces, diciéndole, ¿me vendrás a ver? Se dicen adiós con ojos tristes.
Y así, tordo y Chepita separa sus destinos. Sigue la vida de la vegana, quien oculta su pena vendiendo, sumando y cobrando a su clientela
Feliz regresa el Dr. Pinto a su casa, lugar que además es su consulta. Se dirige a su jardín con gran parrón y muchos jazmines. Un remanso para su solitaria vida. Ahí deja muy instalado a su tordo. Pasa el día y al atardecer, sale afuera. Busca la silla de playa favorita y se prepara a tomar un respiro.
Solo se escucha, al momento de sentarse, un cuac fuerte:


El tordo había muerto aplastado por el gran trasero del Dr. Pinto…




EL GRAN TACO

Mercedes Mena

Colette es francesa, viene llegando de Europa donde ha vivido en diferentes países, siempre ligada al trabajo en restaurantes.  Su vida la comparte junto a su marido con quien lleva 20 años.
Como suele suceder, el caballero va a cumplir los 60 y necesita demostrar que aun puede ser conquistador y por supuesto con una jovencita de solamente 25.
Ella quiere recomponer su vida, es fuerte, de edad media digamos unos 50 añitos y qué mejor para olvidar, que empezar llegando a estas tierras del fin del mundo llamado Chile.
Nuestra amistad comenzó un día lluvioso frío en la bellísima cuidad París. Para calentarme por dentro nada mejor que sentarse en un bistró y pedir esa maravillosa soup a l´oignon.
No había ninguna mesa desocupada, una mujer muy encantadora me mostro la silla a su lado cosa solamente europea y no precisamente chilena. Le agradecí con mi mediocre francés.   Hay veces que una hace contacto directo sin saber por qué.
Total que se nos hizo tarde y nuestras vidas algo parecidas nos unieron casi como gemelas. Al volver a casa nos escribimos y  hablamos por teléfono casi a diario.
Como muy buena cocinera valiente se vino a instalar con un restaurant y por eso vamos a dar una vuelta a los lugares que puede encontrar las verduras frescas, las frutas olorosas, hierbas, callampas, pescados y mariscos para desarrollar su creatividad culinaria a la Vega Central y al Mercado.
Tomo  Américo Vespucio hacia Vitacura, para ir a buscarla. A mi derecha el imponente edificio Escuela Militar con frondosos, y  añosos árboles, jardines bien cuidados, las cureñas, las banderas flameando en sus astas, la gran explanada donde se forman los cadetes para salir a  la  Parada del 19 Septiembre  en el Parque O Higgins, Cerrando el perímetro, la elegante reja de fierro negra con sus picos dorados resplandeciendo al sol .
 La vereda bulle de gente yendo al trabajo;  obreros de mochila, jóvenes oficinistas en sus tacos altos, niños colegiales en zapatillas, ciclistas en short y poleras, mujeres mayores con gruesos chalecos tejidos por ellas, para paliar el frío camino a sus trabajos y los infaltables jóvenes en skate.
No avanzo. El taco es horroroso.  De lo que estoy segura es que quedaré como la típica chilena que no respeta el compromiso de horario de los otros. Quedamos de juntarnos con mi amiga a las 12   Esta vez es culpa de la calle. 

 Parece que llegaremos tarde al Mercado Central.